The Sessions: primera película en abordar el trabajo del asistente sexual para personas con #discapacidad


No es común contemplar en la gran pantalla películas cuyo argumento gire alrededor de la discapacidad de sus protagonistas. Hasta hace poco los largometrajes realizados sobre esta temática se han centrado en el aspecto de la superación personal, un espacio promovido para que el actor de turno conmueva al espectador con su interpretación, dejando de lado otras cuestiones importantes como la relación con el sexo.

Las sesiones - The-Sessions-Quad-Poster-585x436Hay varios filmes que han tocado esa necesidad sexual desde diferentes puntos de vista. Hijos de un Dios menor (1986) refleja la complicada relación entre un profesor de dicción en una escuela para sordos y una atractiva alumna. La francesa Nacional 7 (2000) apuesta por el formato de la comedia para narrar la historia de un joven que sufre una enfermedad degenerativa y su deseo de hacer el amor antes de que el avance de su enfermedad se lo impida. La española Yo, también (2009) tiene como protagonista a un joven sevillano con Síndrome de Down que se enamora de una compañera de trabajo a la que da vida Lola Dueñas. Piedras (2002) cuenta entre su elenco con un personaje femenino con parálisis cerebral que se enamora perdidamente de su cuidador, y la belga Hasta la vista se mueve entre el terreno de la comedia y el drama para presentarnos a tres amigos veinteañeros -uno ciego, otro postrado en una silla de ruedas y el tercero completamente paralítico- que viajan a España con la esperanza de perder la virginidad.

Sin embargo, si hay dos películas recientes que han abordado sin tapujos el tema de la necesidad afectiva y sexual en personas con discapacidad y, además, han despertado el interés del público, son la francesa Intocables (2011) y la estadounidense Las Sesiones (2012).

La taquillera cinta dirigida por Olivier Nakache y Éric Toledano explica la historia de Philippe, un multimillonario viudo de mediana edad que se ha quedado tetrapléjico a causa de un accidente de parapente, y la relación de amistad que establece con Driss, su asistente de origen senegalés, que ha tenido problemas con la justicia y que le trata con despiadada sinceridad. «¿Cómo puedes sentir placer sexual?» le pregunta un curioso Driss a Philippe durante una conversación. En su caso, la respuesta está en las orejas, el mayor punto erógeno del aristócrata, y gracias a los servicios de una prostituta consigue sentir placer sexual. La película, basada en la historia real de Philippe Pozzo di Borgo, se decanta por resaltar el tono positivo y desdramatiza aspectos más espinosos.

La necesaria figura de los asistentes sexuales prácticamente no había sido abordada por el cine hasta el estreno de Las Sesiones, basada también en otra historia real, en este caso la de Mark O’Brien, periodista y poeta californiano afectado de poliomielitis y confinado a un pulmón de acero desde su infancia.

Al cumplir los 38 años 0’Brien decide que ya es hora de perder la virginidad y contrata a una terapeuta para que le ayude a afrontar sus necesidades afectivas y sexuales. Durante un número limitado de seis sesiones -para prevenir vínculos emocionales-, el paciente va ganando poco a poco en autoestima y aprende a disfrutar del sexo de una manera especial, con el apoyo y guía del personaje encarnado por la actriz Helen Hunt, que le hará consciente de su propio cuerpo. «Las prostitutas sólo esperan un negocio del sexo y una sustituta sexual en cambio espera que puedas encontrar la posibilidad de una mejor vida sexual», argumenta la protagonista para dejar claras las diferencias entre ambas profesiones.

Lo más destacado de este filme dirigido por Ben Lewin es que evita el drama sensiblero y opta por mostrar el lado positivo que contagia el propio O’Brien, mostrando con naturalidad y delicadeza los momentos íntimos entre asistente y pupilo en la habitación de un motel, despojándolo de cualquier atisbo de morbo, pese a lo explícito de las escenas. La historia está contada con sencillez y tiene la gran virtud de romper con todos los tabúes sobre el sexo a través de grandes dosis de humor, sin olvidar que presenta el caso verídico de un hombre cuyo cuerpo yace inerte todo el rato sobre una camilla, lidiando con la mirada compasiva de aquellos que no lo conocen.

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La cinta podría haber caído en algo soez y provocador en manos de un realizador sin sensibilidad, pero este no es el caso del director australiano, que sabe cómo sacar lo mejor de sus protagonistas en cada plano, destacando el optimismo, la vitalidad y el ingenio de O’Brien, un auténtico seductor, un ejemplo de serenidad y motivación de alguien que no da nada por perdido pese a sus limitaciones físicas.

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Fuente: elEconomista.es

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